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Mar Romera: “Los niños y niñas no aprenden nada de lo que les enseñamos, nos aprenden a nosotros”

Publicado: 17/12/19

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Mar Romera, maestra, pedagoga y psicopedagoga, es especialista en inteligencia emocional y presidenta de la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci. Hace unos días acudió a las XXXVIII Jornadas San José de Calasanz de la Facultad de Educación y allí habló de emociones y vocación. En esta entrevista profundizamos con ella sobre estas cuestiones y hablamos sobre el actual y futuro sistema educativo.

1. ¿Qué carencias tiene, según usted, el actual sistema educativo?

Si tuviera que hacer un titular para contestar esta pregunta sería ‘Buenos maestros y maestras’.

Hablar de buenos, hace referencia a buenas personas y buenos profesionales. Los buenos profesionales son aquellas personas que desde una vocación realmente definida, estudian, se preparan, trabajan por su excelencia emocional y su ampliación cultural cada día. Son personas que leen, que escuchan música, que van al cine, que viajan… Son personas que saben que es imprescindible no dejar de aprender.

Desde esta hipótesis entiendo que, en la actualidad, la formación inicial presenta demasiadas debilidades. El ser humano aprende haciendo, y cuando un estudiante de magisterio aprende sobre cómo debe hacer las cosas sin hacerlas ni practicarlas no podrá ejecutarlas. Cuando una persona entra en clase como docente por primera vez hará lo que hicieron con ella, no lo que ‘aprendió’ que tiene que hacer.

Sería importante también hablar de las expectativas de las familias en relación a sus hijos y a la escuela. En general, no compartimos cómo está organizada y estructurada, sobre todo no compartimos los modelos de evaluación y, sin embargo, hacemos que nuestros hijos sean competitivos y den la talla a la hora de “conseguir las notas”, como si con esto garantizáramos el éxito en la vida de nuestros hijos.

La inclusión, el tratamiento de la diversidad como recurso, la homogeneización en modelos estandarizados…, en definitiva, un modelo adecuado a la época industrial que formaba “trabajadores de cadena” sigue siendo el actual y esto evidencia que no es, ni por asomo, el adecuado.

2. ¿Cuáles son las nuevas demandas de la sociedad hacia el ámbito educativo?

Existe una controversia entre lo que la sociedad necesita (personas críticas, creativas, capaces de tomar de decisiones, de gestionar el fracaso, de regular las emociones, adaptarse a los cambios…) y lo que le pide a la escuela (que sus hijos e hijas saquen buenas notas). Es como si todo el mundo supiera realmente la poca eficiencia del sistema pero todos esperaran que “sus hijos se salven” y sean otros los que arreglen el problema.

3. Vivimos en una sociedad conectada y los niños tienen, desde pequeños, acceso a los dispositivos móviles, ¿qué ventajas cree que tiene para ellos este nuevo entorno?

No se trata de ventajas ni de inconvenientes, se trata de que esta es la realidad, no hay posibilidad de elección, es nuestro mundo, y nos ha invadido sin darnos tiempo para la adaptación; pero es una realidad.

Creo que nuestros niños y niñas están sobre estimulados y frente a esto, teniendo en cuenta su desarrollo neurológico en la primera infancia, es necesario aplicar el sentido común, regularizar y graduar su utilización, tener claro que en la primera infancia el niño o niña necesita tocar, oler, ver en realidad, saborear…¡cuidado con el efecto pantalla!...

La ventaja la podemos ubicar en las tareas que tenemos y tendremos que desarrollar en el futuro. Los robots se encargarán de todos los trabajos reproductivos, de manejo de datos… esto nos dará la opción de engrandecer las capacidades propiamente humanas: pensamiento crítico, creatividad, improvisación y toma de decisiones, justo lo que la escuela no hace.

4. ¿Cree que actualmente en las aulas existe verdadera empatía entre alumnos (niños y adolescentes) y profesores?

No puedo contestar a esta pregunta porque no me gustan las generalizaciones. Me atrevo a decir que hay un porcentaje muy alto de profesorado que debería trabajar en otra cosa, pero también hay un alto porcentaje de profesorado que son profesionales maravillosos.

5. Usted apela en numerosas ocasiones a la educación emocional, ¿cómo se puede trabajar para fomentarla?

Para mí, hablar de educación emocional significa poner nombre a la toma de conciencia de una de las dimensiones del ser humano. Esta también puede ser evolucionada y mejorada. Es una intervención intencionada sobre la dimensión emocional de las personas. Cuando no hay una intervención intencionada se desarrolla igualmente, no siempre de forma adecuada, aunque lo cierto es que no hace falta apuntarse a un curso de educación emocional para evolucionar, para desarrollar esta dimensión integral del ser humano y a la vez imprescindible. La educación emocional no es una asignatura.

La familia es la primera escuela de las emociones. Los adultos (mamá/papá – en y desde cualquier estructura familiar) se construyen como modelos emocionales desde el primer día. Modelos que los hijos e hijas incrustan en su retina para aprender todo y de todo, lo agradable y lo no tan agradable. Los comportamientos emocionales recurrentes vividos en el seno de la familia se convierten en hábitos de gestión emocional para toda la vida.

El profesorado (en edades más tempranas aún más) se convierte en el principal agente para que nuestros pequeños se enamoren de aprender, de preguntar, de experimentar, de evolucionar… Los niños y las niñas no aprenden nada de lo que les enseñamos, nos aprenden a nosotros.

Todos y todas podemos recordar (o al menos deberíamos) a nuestro maestro preferido… él o ella hicieron que también nos gustara su asignatura, y seguro que no era por la asignatura y sí por el amor y el respeto con el que nos trató y por la pasión con la que nos presentó sus contenidos.

Por otra parte, la escuela en todas las etapas debería incluir la educación afectiva (respeto incondicional a la infancia -en todas sus dimensiones-) y también una educación del afecto, es esta la que debe plantear los procesos de alfabetización emocional, de conciencia emocional y construcción de la autoconciencia y de socialización emocional para que podamos aspirar a la excelencia emocional personal y a una convivencia social saludable.

6. ¿En qué aspectos puede contribuir la Universidad para mejorar la educación emocional?

Creo que los docentes (referentes) son determinantes en la vida de una persona en formación. No son una casualidad puntual, son parte del ADN de sus vidas. Creo que lo único importante es el equilibrio emocional de los propios docentes. Si ellos están bien, su alumnado estará bien. No aprendemos lo que nos enseña nuestro maestro, lo aprendemos a él.

Este aspecto no es una banalidad, es una evidencia que, en muchos casos y programas, está olvidado. Son el modelo, la guía, la propuesta de futuro desde el presente. Son los que ayudan a construir con sus expectativas el auto concepto y la autoestima, los propios itinerarios emocionales de su alumnado y por tanto los pilares básicos de su existencia.

La profesión docente es la profesión más importante del mundo. Esto debe ser así creído por los propios docentes y, por supuesto, por el resto de la sociedad; en primera instancia por la universidad, en la que se forma el profesorado. Esta realidad debe ser asumida por los que diseñan los programas de formación inicial del profesorado y también la formación permanente.

Soy optimista. Creo en la infancia, creo que es nuestro presente y que el presente es esperanzador.

7. Si hubiera que darle un consejo a un alumno que en estos momentos se está formando para ser maestro, ¿qué le diría?

Ser maestro es la profesión más importante del mundo, lo que hacemos con los peques es tan determinante que para muchos de ellos y ellas somos su segunda oportunidad. La responsabilidad es inmensa.

8. Un libro

‘Con ojos de niño’, de Francesco Tonucci.

9. Una película

‘Hoy empieza todo’, de Bertrand Tavenier.

10. Un lugar en el mundo

El Himalaya

11. Si no se hubiera dedicado a la enseñanza, ¿a qué se habría dedicado?

No tengo una respuesta. De pequeña quería ser agricultora y actriz. Creo que las dos serían divertidas.